Comentario
Capítulo CVIII
Que trata de la fundación de la ciudad de Valdivia
Visto el gobernador tan buena comarca y sitio para poblar una ciudad, y ribera de tan buen río, y teniendo tan buen puerto, fundó una ciudad e intitulola la ciudad de Valdivia, e hizo alcaldes y regimiento. Fundóse a nueve de febrero, año de mil y quinientos y cincuenta y dos.
Despachó al general Gerónimo de Alderete con treinta hombres que fuese a poblar la alaguna que dije, donde había señalado un sitio, y que allí poblase una villa, la cual puso por nombre la Villarrica, a causa de la gran noticia que se tenía de minas de oro y de plata, y que los indios de aquella comarca repartiesen en aquellos españoles, y en otros que Francisco de Villagran le enviaría cuando volviese de la Imperial.
Esta ciudad de Valdivia está asentada en un llano. Tiene algunas hoyas. El río que pasa junto a ella cerca la mitad de la ciudad. Está dos leguas de la mar y los navíos entran hasta la ciudad por él. Hay al derrededor de esta ciudad muy grandes montes y en sus términos. Está la Villarrica catorce leguas de ella.
Es muy cenagosa toda esta tierra. Desde el río de Toltén es montuosa, y estos árboles son robles y arrayanes y de los avellanos que tengo dicho. Hay gran cantidad de cañas macizas. Estos montes en alguna parte son ralos y en otras muy espesos. Hay zarzaparrilla y de la frutilla que he dicho aparrada con el suelo. La hoja de esta frutilla tira a trébol, salvo que es mayor. La leña de esta tierra tiene una propiedad que no hace ceniza en todo el año, y en todo el año en una casa se recogerá un almud de ella. Hay buena madera para casas y aun para navíos.
Tienen la hierba que he dicho. Es como avena. Hay más otra que es a manera de linaza, y de esta semilla se saca un licor que suple por aceite y se guisa con él y es razonable. Esta hierba se llama entre los indios "mare". Cómenla tostada. También la hay en la provincia de la Concepción y en la Imperial. Siembran los indios maíz y frísoles y papas. Dase trigo y cebada. Llueve mucho más que en ninguna parte de las provincias que he dicho.
El año que se pobló esta ciudad fue de cincuenta y dos. Hubo tantos ratones que no se podían defender que no comiesen las sementeras, que aunque se sembró harto trigo y cebada, no se cogió la semilla. Y nos roían los vestidos, aunque no los teníamos de sobra. No dejaban cabo de cinta que no llevaban e hierro de talabarte que no roían por junto al cuero y lo llevaban.
Hízoseles una industria, que fue unas ollas soterradas en la tierra, y aún yo puse algunas, y las amediábamos de agua. Amanecían en tres o cuatro hollas que se ponían en una casa cuatrocientos y quinientos ratones ahogados. Y en esta caza entendíamos y, yo pregunté algunos iridios que si solían venir de aquella arte otras veces. Dijérome que sí, que de cierto en cierto tiempo solían venir de aquella manera, y que los hechiceros hacían hoyos en que los hacían meter a estos ratones, y que agora los habían soltado por amor de la venida de los cristianos. Esto le hacen entender estos hechiceros a la demás gente, y que ellos lo pueden hacer. Hay ovejas mansas.
Las armas de esta gente de esta provincia son unas mantas hechas de nudillos de cordel de la hierba que tengo dicho, y es de una vara de ancho y a los dos cabos va hecho en punta, y por debajo de los sobacos se la prenden en el hombro y ceñida por el cuerpo. Llégales a medio muslo. Es tan fuerte que una lanzada, si no es de muy buen brazo, tendrá bien que pasalla. Traen lanzas y dardos y hondas. Y éstas son sus armas de toda esta provincia que tengo dicho.
Es falta de sal esta ciudad y hácenla como la que tengo dicho en la Concepción. A las espaldas de la Villarrica hay muy grandes minas de sal. Son trabajosas de ir a ellas por causa de la cordillera nevada que en medio está. Hay muy grandes minas de oro y plata y de otros metales. Y aún yo vi unas minas de oro junto a la Villarrica, en un pueblo de un cacique que se decía Pucorco, bien ricas.
Es tierra templada. No hace demasido frío, salvo llover como tengo dicho, que cuando están de sazón las comidas llueve y muchas veces se secan en casa al humo en unos altos que hacen. Está esta ciudad de Valdivia de la Imperial treinta leguas. Está la Villarrica de la Imperial doce leguas.
Estando Francisco de Villagran en la imperial le llegaron cien hombres de los que él había traído, y luego se partió a buscar al gobernador. Del camino envió treinta hombres al general Gerónimo de Alderete, como el gobernador se lo había mandado, y con los demás se fue a la ciudad donde supo que le estaba esperando el gobernador.